El mundo ha vivido sucesos tremendamente impactantes y dramáticos en las últimas décadas: el 11-S, tsunamis, terremotos, accidentes nucleares y el crack económico del 2008. Nada de eso detuvo completamente los cruceros, pero el Covid-19 y su expansión global ha logrado paralizar el mundo de una forma que jamás habíamos visto antes.
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Reportaje perteneciente a la revista CruisesNews nº52 – Junio 2020
A finales de enero, un extraño tipo de neumonía localizada principalmente en Wuhan, una ciudad china de 11 millones de habitantes, comenzó a ocupar espacio en los telediarios y periódicos de todo el mundo. Parecía algo exótico, lejano, aunque preocupante, a la vista de la celeridad con la que el gobierno chino estaba construyendo un nuevo hospital en Wuhan. Dada la situación, MSC Cruceros y Royal Caribbean anuncian el 25 de enero la cancelación de los cruceros a China. Además, la mayoría de las navieras anuncian que denegarán el embarque a pasajeros que hayan estado en los últimos 14 días en China, Hong Kong, Macao y Corea del Sur.
Sin embargo, en Europa seguíamos creyendo que no podría afectarnos mucho, incluso cuando el 30 de enero la OMS declaró la emergencia sanitaria ya con Wuhan cerrada. Al fin y al cabo, las recientes emergencias declaradas por Zika, Ébola, Polio o gripe porcina habían tenido mucho impacto en medios de comunicación, pero escasos casos reales en Europa. Ese mismo día se conocieron dos casos aislados en Italia, mientras que otros países daban a conocer también casos sospechosos, sin embargo, hasta tres semanas después, el 20 de febrero, Italia no tendría un tercer y cuarto caso confirmado. Mientras muchas aerolíneas cancelaban sus vuelos a China, el Costa Smeralda sufría un bloqueo en Civitavecchia porque un pasajero procedente Macao presentaba síntomas, pero tras horas de tensión, el barco fue liberado.
En febrero, el coronavirus pasó de ser considerado un problema de China a ser un problema global.
En esas tres semanas en que el coronavirus pasó de ser un “problema de China” a un problema mundial, la industria de cruceros vivió el primer episodio de su pesadilla. Un pasajero que desembarcó el 25 de enero en Hong Kong del Diamond Princess acude a un hospital el 1 de febrero y da positivo en Covid-19 lo que pone en alerta a las autoridades sanitarias de Japón. El Diamond Princess llega el 3 de febrero, con un día de adelanto sobre lo previsto, a Yokohama, donde los pasajeros debían desembarcar el día 4 y comenzar el siguiente crucero. Sin embargo, las autoridades sanitarias japonesas ordenan que todo el mundo se quede a bordo para monitorizarlo, y el resultado es que se encuentran 10 casos positivos de coronavirus: tres japoneses, dos australianos, tres personas procedentes de Hong Kong, un norteamericano y un tripulante filipino.
Nuevamente otro problema de imagen para los cruceros, señalados en muchos medios de comunicación como focos de infección.
Japón prohíbe al Diamond Princess desembarcar a los pasajeros y tripulantes, tanto sanos (o asintomáticos), como enfermos, y le obliga a permanecer en cuarentena en puerto durante 14 días, con los pasajeros confinados en sus camarotes. Día a día los casos a bordo crecen y el 10 de febrero ya eran 135 los infectados pero solo se habían hecho test a 439 de las 3.700 personas embarcadas. La naviera colabora plenamente con las autoridades japonesas, pero el escaso conocimiento que se tenía entonces del virus, la falta de test y de protocolos, provoca un caos de ingresos hospitalarios, llegando a hospitalizar pacientes con síntomas muy ligeros porque habían dado positivo en test antes que pasajeros muy graves, pero a los que todavía no se les había realizado el test. Además, llegó un momento en que los hospitales japoneses rechazaron recibir más enfermos del barco para evitar su colapso, pues muchos son pequeños hospitales privados concertados con el sistema público, con poca capacidad y medios. El Diamond Princess abría los telediarios de todo el mundo y la alarma internacional crecía por momentos.
En España, tras días de debate sobre la “exageración”, se anuncia la cancelación del Mobile World Congress el 12 de febrero, pues la mayoría de los asistentes habrían sido asiáticos y grandes compañias habían ya declinado acudir.
Mientras tanto, el Westerdam, de Holland America Line, que también navegaba en Asia, era rechazado por hasta cinco países antes de finalizar su crucero en Camboya el 14 de febrero. Un pequeño muestreo de 20 tests en pasajeros arrojó un resultado negativo.
El 19 de febrero, tras 14 días de cuarentena, se permite comenzar a desembarcar 443 pasajeros del Diamond Princess que han dado negativo en los test, y que serían repatriados a sus países de origen en diferentes vuelos. En ese momento, 621 personas a bordo estaban infectadas y los pasajeros que compartían cabina con ellos debieron permanecer en el barco.
Al día siguiente, Italia reconoce tan solo 4 casos, pero la situación se descontrola rápidamente: 20 casos y un muerto el día 21, 79 casos el día 22 y 157 casos el día 23. Se cierran varios pueblos del norte de Italia mientras un nutrido grupo de españoles aterrizamos en Pisa para embarcar en el Costa Smeralda en La Spezia, y asistir a su bautizo, con Penélope Cruz como madrina, al día siguiente en Savona. Nada más aterrizar en Pisa se nos toma la temperatura y se nos vuelve a tomar para acceder a la terminal de cruceros, y una tercera vez antes de subir al barco. Las navieras de cruceros anuncian que tampoco aceptarán pasajeros de las regiones italianas más afectadas.
La caótica gestión del brote en el Diamond Princess por las autoridades japonesas agravó el problema, que se saldaría con más de 700 infectados, 13 muertos y 27 días de pesadilla.
El bautizo del Costa Smeralda transcurrió con normalidad y grandes fiestas a bordo, y volvimos a casa el día 24 entre bromas de los amigos por haber estado en el norte de Italia (aunque fuera de las regiones más afectadas). Y es que el 28 de febrero eran ya 800 casos en Italia y su situación ocupaba telediarios de todo el mundo generando situaciones de rechazo a pasajeros italianos. Por ejemplo, el MSC Meraviglia fue rechazado en Jamaica y Grand Cayman sin un motivo claro, tan solo por llevar muchos pasajeros italianos a bordo, y el 28 de febrero, funcionarios de México, emitieron un “certificado de salud” conforme la situación sanitaria en el barco era normal y solo había un miembro de la tripulación y una pasajera con gripe estacional. Ante el cariz que comienza a tomar el asunto, Costa Cruceros y MSC Cruceros comienzan a cancelar reservas de italianos en cruceros por el Caribe, para evitar ser vistos como potenciales fuentes de infección.
El 1 de marzo abandonaba la última persona de la tripulación el Diamond Princess, que sería desinfectado antes de que un pequeño grupo de oficiales volviese para hacerse cargo de sus funciones básicas. El balance final de ese trágico episodio fue de más de 700 positivos y 13 muertes.
Durante los primeros días de marzo la alarma mundial siguió creciendo, con el número de casos aumentando rápido en Italia y muchos países detectando brotes. Además, varios barcos de crucero reportaron casos, como el de una pasajera italiana del Costa Luminosa que se convirtió en el primer positivo en Puerto Rico, o los 21 positivos del Grand Princess del 8 de marzo entre otros. El miedo se empieza a apoderar de muchos clientes con reserva, que empiezan a querer cancelar sus cruceros y se ralentiza el ritmo de nuevas reservas. Para contrarrestarlo, las navieras lanzan nuevas políticas de cancelación con penalizaciones más bajas y plazos más largos para poder cancelar.
Las dudas sobre la viabilidad económica de las principales corporaciones de navieras han sido despejadas con fuertes refuerzos de capital.
Italia cierra completamente sus fronteras el 9 de marzo, y al día siguiente, Costa Cruceros se ve forzada, por esa decisión, a anunciar la suspensión de sus cruceros hasta el 3 de abril. Los cruceros actualmente en curso solo permitirían desembarcar en los puertos italianos a los pasajeros de esa nacionalidad para que regresaran a casa. Por su parte MSC Cruceros cancela los cruceros en los Emiratos Árabes, que ya habían puesto restricciones de movimiento, mientras intenta salvar los cruceros por el Mediterráneo evitando el embarque en puertos italianos. Pullmantur Cruceros reprograma su ruta 5 Maravillas del Mediterráneo y la convierte en una ruta por Islas Baleares y la Costa Azul.
El 12 de marzo, Princess Cruises, cuya reputación había sido seriamente dañada tras los mediáticos casos del Diamond Princess y Grand Princess, anuncia la suspensión de todos sus cruceros durante dos meses. Además, EE.UU. suspende todos los vuelos con Europa. En España, varias comunidades autónomas anuncian el cierre de los colegios desde el lunes 16, y el gobierno prohíbe con efecto inmediato la entrada de cruceros, con la salvedad de aquellos que necesiten desembarcar pasajeros, a los que se les da hasta el 15 de marzo para hacerlo. A partir de esa fecha, sería necesario un permiso especial. El MSC Grandiosa desembarca a los pasajeros españoles que había embarcado esa misma mañana y anuncia que suspende la operativa del barco hasta el 5 de abril.
13 de marzo de 2020. El día que lo cambió todo
El 13 de marzo, España, con 132 muertos y 5.100 infectados, decreta el Estado de Alarma y el confinamiento de la población en sus casas desde el domingo 15 de marzo. EEUU declara la Emergencia Nacional y además, el gobierno obliga a las navieras de cruceros a suspender sus operaciones en el país durante 30 días, lo que de hecho, paraliza los cruceros en el Caribe al salir la gran mayoría de ellos de Miami, Fort Lauderdale o Puerto Cañaveral.
El día había comenzado con Disney Cruise Line suspendiendo sus salidas hasta final de mes, y dos compañías norteamericanas de cruceros fluviales, Avalon y Amawaterways, hasta finales de abril. Virgin Voyages, que durante esos primeros días de marzo estaba estrenandose con cruceros de presentación en Miami, anunciaba un largo parón hasta el 15 de julio. Las navieras de los grupos Royal Caribbean, Norwegian Cruise Line y Carnival Corporation, acataban inmediatamente las órdenes del gobierno y se posponía la feria Seatrade Cruise Global que habría de celebrarse en Miami del 20 al 23 de abril. Posteriormente sabriamos que la feria ya no se celebraría en 2020.
El cierre de la frontera italiana y la prohibición de los cruceros en España desbarataron la posibilidad de seguir operando en el Mediterráneo.
Con el Caribe cerrado a cruceros, la situación en Europa no era mucho mejor. Celestyal Cruises, ante el cierre de algunos países a los pasajeros españoles, italianos y asiáticos, anunciaba la suspensión de sus cruceros hasta el 1 de mayo, y Costa Cruceros suspendía todos sus cruceros hasta el 3 abril. MSC Cruceros anunciaba al principio una parada de sus cruceros en el Caribe de 30 días, intentando seguir en Europa, pero solo unos días después se rendía a la evidencia y paraba máquinas hasta el 30 de abril. Pullmantur suspendía sus cruceros hasta el 2 de mayo y la ambiciosa renovación del Allure of the Seas en los astilleros de Cádiz se dejaba para más adelante ante el cierre de los astilleros.
A partir de ese momento, hemos venido asistiendo a una renovación de las suspensiones de cruceros una y otra vez, sin que, a fecha de redacción de este artículo, se vislumbre todavía una fecha clara de vuelta al servicio. Miles de pasajeros afectados por las cancelaciones reclaman la devolución de su dinero, lo que podría provocar la quiebra de alguna naviera y agencias de viajes. Por ello, el gobierno autoriza a finales de marzo a las agencias de viaje a emitir bonos por el valor pagado por el crucero, que podrá canjearse en los siguientes 12 meses. Si pasado ese tiempo el cliente no ha podido hacer uso del bono, podrá pedir la devolución del dinero. Eso da un gran balón de oxígeno a navieras y agencias de viaje.
El 25 de marzo fallecía en Madrid Emiliano González, Presidente de MSC Cruceros España, y un querido líder de la industria de cruceros y del sector turístico en nuestro país.
Si la repatriación de los pasajeros fue un caos logístico por falta de vuelos, la de los tripulantes mucho después no ha sido más fácil.
El 30 de marzo Celebrity Cruises tomaba posesión de forma remota del Celebrity Apex, cuya tripulación había embarcado semanas antes. El saberse en un entorno cerrado, habiendo embarcado antes de que las cosas se pusieran muy feas, les hizo relajarse en exceso y celebrar fiestas a bordo sin mascarillas ni distancia social y finalmente tuvieron un pequeño brote de coronavirus.
Al principio las navieras mantuvieron a sus tripulantes en los barcos con la esperanza de que pronto pudiesen reactivar el servicio. Sin embargo, el altísimo coste de esta situación, los riesgos de brotes entre tripulantes, y el convencimiento de que la pandemia iba a durar más de lo esperado, hizo rectificar a las compañías, que comenzaron a intentar enviar a los tripulantes a casa, encontrándose con muy pocos vuelos disponibles y muchísimas trabas para desembarcarlos. Tal fue así que se decidió reunir a tripulantes de similares nacionalidades en un mismo barco y utilizarlo como transporte para repatriarlos a su país de origen. Es por ello que en la Bahía de Manila se vivieron momentos históricos, con más de 25 barcos de cruceros fondeados, desembarcando tripulantes filipinos.
Con los barcos parados y el tiempo corriendo, las navieras comenzaron a ver sus finanzas estranguladas y el riesgo de quebrar en poco tiempo. Tanto el grupo Carnival como Royal Caribbean y Norwegian Cruise Line Holdings maniobraron para conseguir fondos, mediante préstamos bancarios, bonos convertibles y otros recursos financieros, y todas ellas cubrieron sus expectativas asegurándose fondos para sobrevivir hasta el 2021.
Nuevamente, un problema de imagen en los medios de comunicación
Uno de los grandes problemas de los cruceros en esta crisis es la excesiva sensibilidad de los medios de comunicación hacia ellos. Los cruceros tienen la obligación de reportar pasajeros enfermos, al contrario que aerolíneas, trenes, autobuses u hoteles. Esto hace que cualquier reporte de pasajero con fiebre se trate como un “posible caso de coronavirus”. Además, la poca fiabilidad de los test rápidos, los test PCR mal hechos, y los test serológicos (de anticuerpos) han añadido más incertidumbre a cualquier caso.
El gobierno norteamericano forzó la suspensión de cruceros, y, acorraladas, las navieras decidieron parar en todo el mundo.
Recientemente España concedió permiso especial al Norwegian Breakaway y al Seven Seas Navigator para desembarcar tripulantes en Barcelona y repatriarlos desde allí en vuelos. Dos tripulantes dieron positivo en test serológico, es decir, tenían anticuerpos de Covid-19, lo que significa que habían tenido la enfermedad, pero no necesariamente que la tuviesen en ese momento. Inmediatamente, tanto la agencia estatal de noticias EFE como todos los periódicos y televisiones, emitieron la noticia de que un barco de cruceros “con 400 pasajeros” en Barcelona estaba en cuarentena por dos positivos, cuando no había a bordo pasajeros, sino tripulantes, y todavía no se habian realizado los pertinentes test PCR para determinar si el virus seguía activo o esas personas estaban, afortunadamente para ellos, curados.
La luz al final del túnel
A finales de mayo, fecha de redacción de este artículo, España anuncia apertura de fronteras al turismo el 1 de julio, mientras que Italia y Francia lo harán el 15 de junio. Sigue sin haber fecha de reinicio de cruceros, la mayoría de las navieras han suspendido actividad hasta finales de julio, e incluso Princess Cruises y Holland America line han cancelado por completo su temporada estival en Europa y Alaska.
Croisieurope, la compañía de cruceros fluviales familiar francesa, ha anunciado que ellos comenzarán el 16 de julio con cruceros en el Douro desde Oporto, en el Guadalquivir desde Sevilla y en el Mediterráneo con su nuevo barco marítimo La Belle des Oceans partiendo de Niza hacia Córcega. Un rayo de luz y esperanza que esperamos pronto pueda ser imitado por otras navieras.