Destino de cruceros. Islas privadas.
Por Virginia López Valiente
Directora General de Cruises News Media Group y Editora de la revista CruisesNews
Editorial perteneciente a la revista CruisesNews nº50 – Septiembre 2019
En los últimos meses, estamos asistiendo a un debate sobre las peticiones de limitaciones de los barcos de cruceros basado en la masificación turística en distintos puntos de Europa. El daño “reputacional” que la industria de cruceros está sufriendo está lleno de mensajes y pedagogía incorrecta, que pone en mal lugar a un sector turístico cada vez más valorado como opción vacacional y más denostado por algunos medios y gobiernos locales.
El debate debería resolverse más pronto que tarde. La prohibición de los atraques no va a ser la solución a un problema que no es causado por ellos, además con unas infraestructuras ya creadas para atraer este tipo de barcos, que ya han supuesto una importante inversión pública, volvemos a despreciar lo gastado. Hay que definir muy bien lo que se quiere, con un horizonte amplio de tiempo, sin dejar expuestas actividades tan determinantes para la economía local a los vaivenes de unos y otros o a informes poco o nada empíricos.
Mientras tanto, las compañías siguen esforzándose por buscar alternativas que permitan dar un servicio único a la creciente popularidad con una evolución reflexiva que ofrezca experiencias extraordinarias.
En los últimos años hemos sido testigos de la aparición de varias islas como destino de cruceros, que sin duda, va a cambiar el modelo de negocio de las excursiones y la experiencia en tierra, especialmente en la región del Caribe.
Estas islas, que son propiedad de compañías de cruceros en su mayoría, están dibujadas para proporcionar a los pasajeros la mejor experiencia de vacaciones en la isla. No es baladí decir que muchos pasajeros han querido vivir esa experiencia desde hace años y en sus cuestionarios demandaron sentirse un poco como Robinson Crusoe pero rodeado de comodidades.
Estas islas privadas son pequeñas ciudades idílicas con habitantes a tiempo completo, instalaciones de tratamiento de agua e incluso una oficina de correos. Las islas tienen bares, restaurantes, baños, tiendas, primeros auxilios, deportes acuáticos y cabañas de lujo. Cada día, antes de que llegue un barco, la tripulación de la isla prepara la isla asegurándose de que la playa esté impoluta.
MSC Cruceros ha sido la última en apuntarse abriendo recientemente una isla privada: Ocean Cay MSC Marine Reserve. MSC ya opera otras en Abu Dhabi y Mozambique. A esto hay que añadirle maravillosas islas como Castaway Cay de Disney, donde Tom Hanks se enamoró de una sirena en la película Splash. Royal Caribbean posee varias, con Coco Cay como estrella, Half Moon Cay, de Holland America, Costa Cruceros con Isla Catalina, NCL con sus dos islas, Princess Cruises con la suya, o Paul Gauguin con su exótica isla en Tahití, Mohu Matana.
Para las navieras existen varias razones para poseer y operar una isla privada como puerto de escala.
En el aspecto de control de gestión, las empresas pueden cobrar tarifas por las actividades en estas islas, ya sea a través de comidas Premium o alquiler de equipos. Es evidente que desembarcar a todos los pasajeros en una parcela propiedad de la compañía asegura que el dinero gastado por los pasajeros se canalice de regreso a la compañía.
En la parte de posicionamiento de marca las islas privadas también son una oportunidad atractiva para ofrecer una extensión de marca en tierra en torno a la experiencia.
En el campo logístico las islas actúan como un segundo puerto de origen, uno que la naviera gestiona directamente. A medida que las líneas de cruceros continúan mejorando los barcos existentes y lanzan otros nuevos, invertir en mejoras a una isla existente es una forma de inyectar a cada itinerario una oportunidad de novedad en toda la flota.
Quizás la mayor ventaja competitiva radica en dos palabras: isla privada, el sueño de muchos mortales.
En un debate tan caliente sobre las limitaciones, lo que es una realidad es que las navieras siguen siendo precursoras en reinventarse y en buscar soluciones y alternativas. Eso debe ser valorado y escuchado por los reguladores por el bien de las comunidades locales.