El pasado 27 de abril aterrizábamos en el aeropuerto de Heraclión, capital de Creta y ciudad portuaria con un importante yacimiento arqueológico y un legendario pasado marinero y comerciante. Inmejorable comienzo para un viaje apasionante por el Mar Egeo a bordo del “Running on Waves”, que nos aguardaba fondeado en la bahía de Agios Nikolaos, a 62 kms de nuestra ubicación, al este de la isla.
Reportaje perteneciente a la revista CruisesNews 49 – Junio 2019
Partimos hacia Agios Nikolaos (San Nicolás), una pequeña ciudad cuya principal actividad es el turismo, con un bonito puerto en el que abundan los barcos pesqueros y una gran oferta gastronómica de cafés y restaurantes a lo largo del paseo marítimo. En el muelle se encontraba parte de la tripulación del “Runing on waves” esperado para llevarnos a bordo del velero, fondeado a unos 300 metros de la costa.
Subimos a bordo de la zodiac, de 7 metros y 115 cv, utilizada como barco auxiliar del Running on Waves y parte fundamental para el desarrollo de algunas actividades acuáticas de las que disfrutar durante el viaje, como el esquí acuático, pesca, buceo, etc…
El barco
Al acercarnos, contemplamos el velero desde abajo: era precioso, con el casco y el puente de mando en azul oscuro. Los camarotes superiores en blanco, la línea de flotación en color dorado sobre fondo blanco, con 3 mástiles de los que pueden colgar hasta 14 velas desplegadas de forma electrónica y con un puesto de vigía en el puente situado más cerca de la proa. Más tarde nos permitirían subir al mástil con un arnés y acompañados de un miembro de la tripulación.
En el casco se veían 27 ojos de buey por cada banda, la mayoría de ellos correspondían a los camarotes de la cubierta inferior, situados aproximadamente a metro y medio sobre el nivel del agua.
Uno de los aspectos más elegantes del barco es el doble bauprés que sale por cada lado de la proa y que se une en la parte mas extrema de esta, de donde cuelga una red sobre la cual se puede ir tumbado sobre las olas del mar a más de 6 metros de altura.
Tras reconocer la parte exterior del que iba ser nuestro barco durante tres días, la zodiac se acercó lentamente a la plataforma hidráulica de popa que da acceso al interior del barco. Allí nos recibió el jefe de seguridad, dándonos una calurosa bienvenida e indicándonos el camino que debíamos seguir para llegar a la cubierta de popa, donde varios camareros nos esperaban con una copa de champagne. Tras unas palabras de bienvenida, procedieron a enseñarnos las partes más destacables del barco:
Las cubiertas de madera de teca, que junto a otros elementos decorativos elaborados en materiales nobles como caoba, cuero o acero, resaltan la belleza y elegancia del barco.
Una de las cosas más divertidas es subirse a una especie de balconcito o mirador situado en la proa, sobre el bauprés, con el suelo de lamas de acero que dejan ver el agua y como el barco corta el mar con su proa afilada mientras navega. ¡Es una experiencia fantástica que da la sensación de ir volando sobre el mar!
En la proa está situada la campana que sirve para comunicar ciertas advertencias al puente de mando, como cuando se inicia la maniobra de fondeo o para levar el ancla. Un pintoresco elemento que te hace imaginar como se realizaban las maniobras en el pasado.
Siguiendo hacia la popa, nos encontramos con la cubierta superior; una zona ideal para relajarse, con tumbonas para tomar el sol y un jacuzzi de casi un metro de profundidad y capacidad para 6 personas. En la parte posterior de esta cubierta se encuentran los dos puentes de mando; uno cubierto y escaleras arriba, otro puente al aire libre donde nos dejaron tripular por un momento el barco cuando nos encontrábamos frente a la Isla de Hydra, ¡otra experiencia formidable!.
En la parte posterior del puente de mando tenemos un amplio espacio más informal que normalmente se utiliza para el desarrollo de ciertas actividades; charlas sobre submarinismo, sesiones de yoga, clases de nudos etc, y una pequeña zona para recibir masajes previa contratación o simplemente para relajarse en su zona “chill-out”.
Entre estas dos zonas y bajando las escaleras se accede a la cubierta principal, donde se encuentra el restaurante con capacidad para 40 personas y en el cual pasaríamos buenos momentos disfrutando de nuestros desayunos, comidas y cenas y degustando la excelente cocina mediterránea durante los días que duró la travesía. Más adelante descubriríamos que la parte de popa de esta cubierta era el lugar perfecto para empezar el día con un buen desayuno disfrutando del paisaje.
Frente al restaurante, en la parte central, podemos encontrar el «Ocean Bar» donde refrescarse con un cóctel exótico».
En esta cubierta se encuentran los cinco camarotes de categoría “Premium” y “mini suite”, de entre 20 y 16 m2.
Desde aquí, dos accesos para bajar a los camarotes en la cubierta inferior; uno directamente desde el restaurante y otro desde una puerta situada a estribor.
El barco cuenta con un total de 18 camarotes, todos exteriores, y capacidad para 42 pasajeros. Las 13 cabinas tipo “standard” están situadas en la cubierta inferior. Todas ellas son exteriores y equipadas con cuarto de baño con ducha, teléfono, televisión, caja fuerte, mini-frigorífico, aire acondicionado y calefacción.
En el interior, siempre presentes las bases de los mástiles, tanto en los pasillos que conducen a los camarotes, como en el restaurante.
Los camarotes y los espacios interiores ofrecen una cuidada decoración marinera, con detalles “Art Decó” mezclados con elementos y accesorios marítimos y pinturas de artistas contemporáneos, transmitiendo gran elegancia al interior del barco.
Desde esta cubierta se accede a la plataforma hidráulica situada en la popa. Esta plataforma se despliega y desciende hasta el nivel del agua permitiendo a los pasajeros realizar la práctica de todos los deportes de agua con los que cuenta el barco: esquí acuático, wind surf, motos de agua, kayaks, pesca, buceo, snorkel, etc.
El “Running on waves” cuenta con 21 tripulantes de diferentes nacionalidades; indonesia, alemana, china y principalmente de origen ruso, con un carácter que puede parecer a priori, frío, pero al poco tiempo descubres su enorme y sincera amabilidad. Uno de los tripulantes más experimentados nos dio una clase de nudos marineros y a los que nos atrevimos a subir, nos acompañó a la parte superior del mástil. Realmente todos los miembros de la tripulación fueron muy amables y serviciales durante todo el viaje. El capitán, también ruso, siempre nos atendía en el puente y nos explicaba como funcionaba todo aquello de una forma atenta y cordial.
Ya en el restaurante, disfrutamos de nuestra primera cena a bordo. El sol se estaba poniendo detrás de Creta y por fin parecía que nos poníamos en marcha. Íbamos a navegar a motor durante la noche rumbo a Santorini. Todos estábamos expectantes viendo la maniobra de levar el ancla y comenzar a navegar. Sonó 3 veces la campana mientras las cadenas del ancla retumbaban en el casco y por fin nos pusimos “Running on waves”.
El atardecer era espectacular y la cena realmente deliciosa con un variado buffet de carne, pescado, ensaladas etc. Durante los días siguientes, fuimos degustando distintos platos y a su vez, en una zona del salón, cada noche se servía un “especial del día”; un día fue risotto, otro pasta fresca con trufa…
Finalmente, después de un largo día lleno de emociones, nos retiramos a descansar a nuestros camarotes mientras navegábamos rumbo a Santorini.
Santorini – Hydra – Navplio
Una de las cosas que me parecen más emocionantes cuando estoy viajando en un barco es asomarme a la ventana del camarote al despertar y descubrir donde estamos. Cada puerto siempre es distinto al otro, en este caso Santorini es un espectáculo.
Nos amarramos a unas enormes balizas. En la zona destinada al amarre de barcos es imposible fondear, pues hay más de 400 metros de profundidad, y es que Santorini es una isla volcánica o más bien lo que quedó de ella tras una tremenda explosión que hizo desaparecer los primeros asentamientos humanos, hundiendo parte de la Isla y provocando la creación de una enorme caldera geológica de 12 x 7 km aproximadamente, justo donde ahora nos encontramos.
El resultado final fue el actual Archipiélago: Las islas principales habitadas de Santorini y Thirasia y los islotes deshabitados de Nea Kameni, Palea Kameni, Aspronisi y Christiana en el centro de la caldera. Su belleza y su animada vida nocturna han convertido Santorini en uno de los principales destinos turísticos de Europa.
Nos vinieron a recoger en unas embarcaciones locales que nos llevarían hasta el puerto, desde donde pudimos divisar la localidad de Fira sobre unos enormes acantilados de unos 300 metros de altura. Se accede al pueblo cómodamente en teleférico o bien subiendo unas zigzagueantes e interminables escaleras que se pueden realizar a pie o montado a lomos de un burro. Una vez arriba, Fira nos ofrece un curioso y agradable paseo por sus callejuelas llenas de tiendas y unas impresionantes vistas sobre el mar.
Es una buena idea alquilar un vehículo y perderse por Santorini. Lo más usual es visitar Oia, al extremo norte de la isla o perderse por las múltiples playas que hay en la zona este. Por el lado oeste nos encontramos unos impresionantes acantilados.
Después de un intenso día recorriendo y disfrutando de Santorini, nos dirigimos al puerto para embarcar de nuevo. Quedaban a penas un par de horas para la puesta de sol y el Capitán nos llevó a la parte norte de la isla, donde pudimos disfrutar del atardecer y de un precioso cielo que fue cambiando de azul intenso a una increíble gama de colores naranjas y rojizos, ¡realmente espectacular!.
Comenzamos a navegar y tras salir de la zona de protegida de la isla, se levantó un fuerte y cálido viento. Las olas golpeaban el casco del Running on waves. El mar de fondo hace subir y bajar el balcón de proa con unos dos metros de oscilación. Aunque el barco se mueve bastante, conseguimos cenar tranquilamente.
Tras la cena nos acostamos en las tumbonas de la cubierta superior a observar las estrellas. El cielo parece infinito, mientras el barco se balancea al ritmo de las olas, navegábamos a vela bajo un cielo estrellado donde se podían divisar varias constelaciones y la Via Láctea, que en el pasado han guiado a los barcos hacia sus destinos cuando la sonda, el radar, o GPS no existían ni en la imaginación del hombre. Lo que si era fácil imaginar en ese momento es la cantidad de barcos de todas las civilizaciones que habrían surcado estas aguas a lo largo de la historia. Este fue un momento «mágico» que te regala la vida.
Igualmente especial fue a la mañana siguiente, navegando muy temprano rumbo a la isla de Hydra. En mar abierto, estábamos contemplando el amanecer en el balcón de proa cuando aparecieron bajo nuestros pies una docena de delfines jugueteando delante del barco. Estaban tan cerca de nosotros que incluso se podían escuchar sus chasquidos. Nos acompañaron durante 15 minutos. No recuerdo haber tenido nunca un despertar tan emocionante.
Después de desayunar en la cubierta de popa presumiendo de nuestra experiencia con nuestros compañeros de viaje, nos dirigimos a la cubierta superior donde uno de los tripulantes nos ofreció una interesante clase de nudos marineros.
Mientras, el barco había fondeado cerca de la isla de Hydra, junto a una preciosa cala donde pasamos la mañana haciendo uso de las distintas actividades acuáticas ofrecidas por la tripulación: kayaks, padelboard, ski acuático o simplemente bañándonos en las aguas azul turquesa del Mar Egeo desde la plataforma hidráulica.
Más tarde tuvimos la ocasión de desembarcar en Puerto Hydra, con forma de media luna alrededor del cual está la playa, multitud de restaurantes, tiendas y otros locales comerciales. Hydra es una isla de unos 3.000 habitantes, donde están prohibidos los vehículos a motor (salvo para servicios públicos), siendo la alternativa el transporte el burro, lo que convierte esta isla en un lugar bastante curioso.
Ha sido la isla de Hydra un lugar elegido por muchos artistas e intelectuales, que han fijado allí su segunda residencia.
Se puede llegar en barco diariamente desde Atenas y desde el puerto de Nauplia. Ya que no hay transporte, tampoco pudimos ir muy lejos, así que después de comer regresamos al “running on waves” y durante la tarde nos dedicamos a disfrutar de la navegación. Los que nos atrevimos, subimos al mástil de proa acompañados de un miembro de la tripulación y enganchados con un arnés. También recibimos unas nociones básicas de navegación en el puente de mando. Nos enseñaron a corregir el rumbo con el timón electrónico y el uso básico de algunos aparatos con los que está equipado el puente.
Al final del día nos dirigimos al salón para celebrar nuestra última cena que se prolongaría con unas copas de despedida.
A la mañana siguiente atracamos en el puerto de Navplio, ciudad de unos 14.000 habitantes situada en la Península del Peloponeso. Su principal atractivo se encuentra en la fortificación militar ubicada en un promontorio, que fue construido para defender la ciudad en tiempos de la ocupación otomana.
En la parte más alta de la ciudad se encuentra la Fortaleza de Palamidi, construida entre los años 1711 y 1714. Allí no solamente podemos encontrar unos restos arqueológicos de enorme belleza sino que además ofrece unas impresionantes vistas desde donde se divisa toda la ciudad.
Visita obligada es la zona del puerto, con sus, bares y restaurantes para degustar la gastronomía marinera típica de esta localidad.
Final del viaje
En Navplio pusimos punto final a nuestra travesía. Después de tres días compartiendo experiencias inolvidables, llegó el momento de despedirnos de nuestros compañeros de viaje y de la tripulación del barco.
Nos bajamos por la pasarela del barco pensando en como podríamos repetir la experiencia en el futuro con las múltiples opciones que ofrece: Un evento de empresa, una reunión familiar, una boda… y es que el “Running on Waves” se puede chartear e incluso puedes diseñar tu propia ruta.
Lo que más destacaría del barco es que tiene todos los servicios esenciales de un barco grande, un tripulante por cada dos pasajeros, y sin embargo es el barco perfecto para descubrir los rincones más escondidos del Mediterráneo a los cuales los barcos grandes no tienen acceso, como puede ser el Canal de Corinto y un sin fin de lugares recónditos y playas increíbles. Lugares plagados de historia y de magia, que esperan ser descubiertos por ti. Sin duda repetiremos la experiencia de ir en un velero a 4 metros sobre el nivel del mar, saltando sobre las olas, simplemente hacia cualquier puesta de sol, hacia cualquier rincón especial del Mediterráneo, simplemente… Running on waves.