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OPINIÓNEditoriales¡Qué le vamos a hacer!

¡Qué le vamos a hacer!

Por Virginia López Valiente

Directora General de Cruises News Media Group y Editora de la revista CruisesNews

Editorial perteneciente a la revista CruisesNews nº38 – Septiembre 2016

Virginia-Marzo-2017Bis2Hay 70 barcos de crucero en espera de ser construidos antes de 2026 (igual cuando leáis este editorial la cifra ha subido) y prácticamente todos ellos serán construidos en Europa. No están contemplados en esta cifra los múltiples barcos fluviales que van a salir al mercado en los próximos años.

¡Quién dijo saturación!

En el próximo International Cruise Summit intentaremos analizar de dónde va a salir tanto crucerista, a ver si somos capaces de entrar a fondo en el tema. Lo que es un hecho es que a los astilleros europeos les ha venido Dios a ver con la industria crucerística y que hay que aplaudir los “esfuerzos” gubernamentales de algunos países como Francia en mantener su industria naval de construcción. Ahora la congestión se produce en la fabricación.

Construir un barco de cruceros de los de hoy tiene tela, ya no es solo por las dimensiones, sino por todas las “puñetas” que llevan incorporadas. Ya no hay (y hablo en modo genérico) un restaurante, una piscina, un teatro, una heladería sino parques acuáticos y temáticos aderezados con decenas de rincones gastronómicos y “gadgets” de todo tipo. ¿Hotel flotante? ¡Más quisieran los hoteles!

Lo que yo daría por ver esas reuniones “brain storming” (supongo que serán así o no veo cómo) en las que diseñadores, técnicos, ingenieros, iluminados y jefes, sobre todo jefes, se sientan a una mesa a inventarse algo más (que no tengan los demás) para meter en su barco.

¿Y si…? ¿Qué os parece? Esas palabras que encabezan frases llenas de entusiasmo y locuras infinitas buscando aprobación. Zepelines, brazos articulados saliendo del barco, surf, tirolinas, túneles de viento, realidad virtual, robots, da igual no lo hemos visto todo.

Aun así me emociona emocionarme (permitidme la redundancia) con lo básico, con lo que es común a todos. En mi última visita a un astillero tuve la oportunidad de visitar un barco terminado por fuera y con lo esencial por dentro. Pude pasear por esos pasillos oscuros sin vestir y bajar al dique seco y moverme por debajo de las hélices antes de que abrieran la compuerta para llenar el dique y ser espectadora, antes de la madrugada, de la maniobra de flotación. El dique seco se llena y se abre para que el barco solo empujado por 7 remolcadores colocados estratégicamente, salga del mismo y se dirija al nuevo dique donde será completamente terminado. Así, sin motores, con inercia y pericia.

Y yo haciéndome una foto con una copa de champagne francés (que para eso estábamos en Francia) mientras amanecía en el estuario del Loira al que inmortalicé en instagram #madrugonesquemerecenlapena.

Podréis decir que qué cosas tan raras me emocionan y tenéis razón, que tontería, pero trabajando en esta maravillosa industria, viajo de la Ceca a la Meca continuamente para ver y hacer básicamente lo mismo viaje tras viaje. Esto me llegó. ¡Qué le vamos a hacer!

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