Los cruceros fluviales están experimentando un crecimiento imparable en los últimos años, y es que se han convertido en una opción deseable para cruceristas experimentados que ya conocen todas las costas, pero también para viajeros que quieren explorar una región sin prescindir de comodidades.
Decidimos probar la experiencia en uno de los barcos más sencillos de Croisieurope, la compañía líder en Europa que al calor del auge que están experimentando los cruceros fluviales está inmersa en un proceso de modernización progresiva. Se trata de una compañía familiar, propietaria de su propio astillero, donde construyen barcos todos los años. Sus últimas naves, MS Gil Eanes, MS Lafayette y MS Loire Princesse, cuentan con un diseño moderno y refinado, sin duda un punto a su favor para atraer un público más joven y acostumbrado a un interiorismo de actualidad. Otra media docena de sus barcos, han sido renovados con una decoración clásica chic, así que un tercio de la treintena de barcos que la compañía tiene en ríos europeos ya han sido redecorados.
“Los platos son ligeros, sabrosos y muy correctos, exquisitos en muchos casos, y es que a la cocina de a bordo se le nota la mano del cocinero y no es, ni de lejos, tan industrial como en los grandes cruceros marítimos.”
Navegar en un crucero fluvial te da la oportunidad de conocer ciudades como Viena, Budapest, Estrasburgo, Berlín, Bruselas, Lyon, o París, y es esta última, una de las grandes capitales del turismo mundial, la que escogimos para nuestro debut fluvial. Allí nos esperaba, a los pies de la Torre Eiffel, el MS France, un barco de dos cubiertas capaz de navegar bajo los pequeños puentes del Sena y categorizado por la compañía como de “4 anclas”, es decir, su última reforma fue en el 2010 y su decoración es clásica.
Cualquiera que haya navegado en grandes cruceros marítimos cargados de instalaciones de ocio, creerá que un barco fluvial, con solo un salón, la recepción y el restaurante, es un auténtico aburrimiento, pero sin embargo, hay que recordar que en cualquier crucero, el barco es solo la mitad de la experiencia. La otra mitad es el destino, sin embargo en los cruceros fluviales, es el auténtico protagonista, y ocupa la mayoría de las horas del día.
Nuestras primeras horas a bordo del MS France transcurrieron rápido, fascinados con la vista de la Torre Eiffel tan cerca, aunque pronto seríamos convocados para cenar y empezar a disfrutar con la gastronomía de Croisieurope. El menú es único, no hay opciones, y consta de un primero, un segundo y postre, acompañado de vino o cualquier otra bebida gracias al régimen “todo incluido” en el que opera Croisieurope desde el pasado año. Los platos son ligeros, sabrosos y muy correctos, exquisitos en muchos casos, y es que a la cocina de a bordo se le nota la mano del cocinero y no es, ni de lejos, tan industrial como en los grandes cruceros marítimos. Durante nuestra ruta por el Sena no faltaron dos clásicos de la gastronomía francesa: foie gras y magret de pato, ambos, productos de precio elevado imposibles de encontrar en otro tipo de cruceros.
Abandonamos el muelle de Grenelle caída la noche rumbo a Les Andelys, nuestra primera escala. Disfrutar de la navegación en la terraza superior del barco es un placer tanto de noche como de día. En la noche el silencio y la oscuridad se rompen solamente por el sonido y las luces de nuestro barco, que se desliza suavemente por las tranquilas áreas del rio. De día podemos recrearnos con las vistas y el emocionante paso por alguna exclusa, donde el barco encaja como un guante sin que sobren más de unos centímetros a cada lado.
Durante el recorrido se pueden divisar 3 importantes estructuras:
El Puente de Brotonne (1977) en Caudebec-en-Caux, que posee el récord de ser el puente de hormigón más largo del mundo.
El Puente colgante de Tancarville (1959) que presenta la mayor envergadura de Europa. Fue construido en 1959 y renovado en 1996-98 porque los cables se rompían. Es el elemento clave de la actividad económica de Le Havre y su región.
El Puente de Normandía (1995) apodado “la infancia de los ordenadores” porque gracias a la informática han podido calcularse los datos del tramo central. Este poseía el récord mundial, es decir, 856 m, pero Japón lo destronó en 1999, con 34 metros más.
Así transcurrió nuestra primera mañana, descubriendo las cuevas trogloditas en los escarpados riscos de las montañas, con la Roca Guyon como plato fuerte antes de llegar a Les Andelys, un precioso pueblo que fotografiamos desde lo alto de la colina del Chateau Gaillard, antes de desplazarnos al Museo de las Tradiciones y Artes Normandas en el Chateau de Martainville, una magnifica edificación con cada estancia tematizada que te permite descubrir muchas curiosidades del estilo de vida medieval y los famosos armarios normandos.
Regresamos al barco, que ha seguido navegando durante nuestra excursión, en Rouen, con tiempo para tomarnos algo antes de la cena, aunque uno de los momentos más increíbles del viaje sería a las 11 de la noche, cuando la Catedral de Rouen se convierte en el lienzo en blanco de un show audiovisual de una calidad y espectacularidad que nunca antes habíamos visto. La catedral se inunda de colores, dragones y personajes, arde en llamas o se congela, en una secuencia que repasa su historia y que te deja con la sensación de haber presenciado el mejor secreto de Rouen.
Volvemos al barco que navega toda la noche para llegar a primera hora de la mañana a Honfleur, donde una excursión a pie nos guía por los lugares más importantes y nos da las claves para entender lo que vemos. Pero Honfleur no necesita de mucha explicación para disfrutar de su belleza, que se articula en torno a su dársena deportiva, quizá la zona más “moderna” pero con un tipismo fascinante, y lugar de parada obligatoria para el terraceo de vermú o de almuerzo. Las pequeñas callejuelas con casas de madera nos hablan de siglos de historia, donde el arte está presente en cada rincón. Es imprescindible visitar la sucursal de las Galerias Bartoux en la rue de Dauphin, con tantas obras de arte moderno que te llevarías a tu casa si pudieses. Pequeñas pastelerías, boutiques, y tiendas gourmet con el omnipresente aguardiente de sidra, Calvados, hacen que sea difícil volver al barco sin comprar algo. Sin duda Honfleur nos ha encantado y merece volver una y otra vez.
Por la tarde no perdemos ocasión de hacer la excursión de la Costa de Alabastro, que nos llevará a visitar Etretat, pequeño municipio costero con una playa de guijarros encastrada entre dos grandes moles de roca, una de ellas, conocida como el elefante por su forma parecida a la trompa de dicho animal. Una vista y un paseo precioso que nos asoma al mar antes de volver al barco pasando el Puente de Normandía, bajo el que luego navegaremos.
“Croisieurope presume de ser la unica compañía de cruceros fluviales autorizada a navegar de noche por el tramo urbano del Sena, y ciertamente, es una experiencia que merece la pena vivir”
A estas alturas, ya nos hemos dado cuenta que en los cruceros fluviales, pasas la mayor parte del tiempo descubriendo el destino, sin agobios ni multitudes, saboreando cada pequeño rincón que jamás te habría planteado visitar de no ser por esta forma de turismo. Es por ello que el barco y sus instalaciones no tienen tanto peso en el conjunto del viaje.
A la mañana siguiente amaneceríamos en Duclair donde iniciaríamos la excursión de las abadías, con parada en los impresionantes restos de la Abadía de Jumieges y en la Abadía de Saint Wandrille, esta última en activo. Tras recuperar fuerzas con el almuerzo en el barco, una visita guiada a pie por Rouen, en plena ola de calor, nos descubre los rincones que no pudimos visitar la primera noche. La plaza donde fue quemada Juana de Arco, con la moderna y bonita iglesia dedicada a su memoria, la torre del reloj, la catedral, esta vez por dentro, o el impresionante Palacio de Justicia son algunas de las joyas arquitectónicas que podemos admirar.
Ponemos rumbo a París y la mañana siguiente disfrutamos contemplando como va cambiando el paisaje a medida que entramos en la ciudad, de los barrios industriales y periféricos llegamos a la moderna zona financiera La Defense, para, puente a puente, ir entrando en la ciudad de la luz. Una excursión en autocar nos descubre los puntos más importantes de París, si bien recomendaría una exploración más a fondo por cuenta propia. Tras la cena, llega otro de los momentos inolvidables del crucero, la navegación nocturna por París.
Croisieurope presume de ser la única compañía de cruceros fluviales autorizada a navegar de noche por el tramo urbano del Sena, y ciertamente, es una experiencia que merece la pena vivir, no solo por las increíbles vistas de la ciudad iluminada, eso lo tienes en cualquier barco de excursión parisino, sino por las emociones fuertes que se avecinan. Me explico.
El MS France se desplaza durante la cena, del muelle de Grenelle, al oeste de la ciudad, al muelle de Austerlitz, en el este. Tras la cena, todos los pasajeros son invitados a subir a la terraza para disfrutar de la navegación nocturna desde las tumbonas, cuyo respaldo no puedes levantar demasiado porque algunos de los puentes que se van a pasar son muy bajos. Hay que decir que la cabina del capitán y el toldo del MS France, se bajan completamente para permitir el paso por debajo de muchos puentes, algo que ya habíamos visto a lo largo de nuestro crucero. Iniciamos la navegación y el recorrido es espectacular como ya esperábamos, los puentes pasan cerca de nuestras cabezas y el barco pasa muy cerca de los pilares, pero la pulsaciones nos suben de verdad y echamos “cuerpo a tierra” con dos puentes que pasan a 30 cm de nuestras cabezas, poniendo un broche de emoción y diversión a un crucero que nos ha hecho descubrir bellísimos rincones y que ha desterrado de nuestra mente cualquier prejuicio que pudiésemos tener respecto a este tipo de viaje, que es tan satisfactorio o más que los cruceros marítimos. Habrá que repetir.