Hace unos días he buceado en esa pequeña filmoteca doméstica que todos tenemos gracias a ese afán de regalarnos video cámaras.Por lo general esas pequeñas cintas que solo puedes ver si conservas la cámara, están repletas de funciones de navidades y de fin de curso, algún que otro nacimiento y vacaciones. No soy muy dada ni a acumular cintas ni fotos, ni a “revisionar”, pero los niños suelen tener curiosidad y no queremos perder ninguna imagen de años anteriores. Pues bien, en una de esas tardes masoquistas de visionados maratonianos y entre villancicos y disfraces encuentro la cinta que grabamos durante mi primer crucero. Lo recuerdo perfectamente. Por aquellos entonces yo no trabajaba en esto y fui invitada como acompañante. No me apetecía ir. No me llamaba la atención y además como sufro de vértigos estaba convencida de que me iba a marear. Al final me lancé, pedí una semana de vacaciones y me fui a un crucero por las Islas Griegas que terminaba en Venecia. Como pasajeros solo viajábamos agentes de viajes y prensa, un perfecto Fam trip con entrega de premios incluido. Para contextualizar he de decir que hasta ese momento no había viajado en cruceros, pero si había viajado mucho y durante años trabajé para la industria hotelera y en concreto para la gama alta del sector.Era octubre de 2007. Un mes y un momento espectacular para hacer un crucero. Cuando embarqué ya sabía que no era ni un barco ni una naviera de lujo sin embargo no puede llevarme mejor impresión de lo que viví en aquella semana. Recuerdo momentos especiales que he repetido hasta la saciedad a mis conocidos. Desayunar al sol viendo Santorini a lo lejos, mientras escribes un SMS a tus amigos adjuntando algo parecido al “selfie” no inventado aún. Arreglarte para bajar a cenar sin prisa, con ganas. Tomarte una copa en cubierta oyendo el mar y mirando al horizonte donde se vislumbran las luces de la costa a lo lejos. Entrar en Venecia por el canal de la Giudeca mientras sonaba “El Bolero de Ravel” y te dan ganas de llorar mientras tienes la carne de gallina. Pagar 14 euros por una cerveza en la plaza de San Marcos ¡Es la plaza de San Marcos! y luego cenar en una pequeña tratoria la mejor pasta que recuerdas. Musaka en Rodas, mariscada en Dubrovnik y noches de tertulias interminables con los recién conocidos compañeros de viaje. Despedirte de tu camarero de camarote con tristeza porque hace mucho tiempo que no te trataron a ti y a tus cosas de forma tan exquisita. Esos son algunos de los momentos que reconoces no poder haber vivido de otra forma. Eran intrínsecos a ese momento, a ese viaje, a ese barco, a ese compañero. El primer crucero, el que recomiendas a las personas afines, el que te hace odiarlo o amarlo. En ese punto no sabes si los hay mejores o peores, ni cuantos cruceros hay, pero ya sabes que por ese hubieras pagado mucho dinero.
Virginia López Valiente
Directora General CruisesNews Media Group
